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FERMIN NGUEMA ESONO, DIANOSTICA SOBRE G.E.

FERMÍN NGUEMA ESONO MBENGONO, DIACNOSTICA SOBRE GUINEA E.


Incluso antes del acceso de Guinea Ecuatorial a su independencia, el país ya venía siendo objeto de múltiples análisis, diagnósticos, debates y variadas opiniones. Quién haya tenido interés en la prensa de esa época, coincidirá conmigo en esa apreciación, Guinea Ecuatorial estaba de moda y era noticia.


Recuerdo la entrevista que un periodista de un medio de comunicación de difusión nacional en España, le hacía a D. Saturnino Ibongo, flamante representante de la nueva República de Guinea Ecuatorial ante la ONU cuando el periodista en cuestión le felicitó al señor Ibongo por la independencia de su país, éste le contestó: “Demasiado fácil me hubiera gustado más la lucha…..” Pocos meses después Saturnino Ibongo sería linchado en las mazmorras  de la cárcel de Bata.


Los  discursos, los debates así como las opiniones que se vertían a la razón reflejan cuales eran las preocupaciones no solo de los políticos de entonces. Los temas troncales tenían mucho que ver con si se concedía la independencia antes o después; si era mejor hacerlo de forma unitaria o separadamente (Río Muni-Fernando Po); si la clase política estaba o no suficientemente preparada. Los temas relacionados con un planteamiento democrático nunca o casi nunca salían a relucir. No parecían ser la prioridad de los políticos ni de los creadores la opinión de entonces.


EL ESPEJISMO NOSTÁLGICO Y LA AUTOECONOMÍA


Los guineanos de cierta edad nunca olvidarán la “época dorada” y “las mieles” del período en que Guinea Ecuatorial gozó de un régimen de región autónoma. Probablemente un análisis más sosegado  y desde la  perspectiva que ofrece el tiempo transcurrido, puede permitir una valoración hecha desde un prisma más objetivo.


En primer lugar, la autonomía fue una argucia jurídica ideada desde y por España por intentar frenar la cada vez más asfixiante exigencia independista  que planteaba la comunidad internacional espoleada por los sectores más radicales e integristas de los políticos guineanos. La explicación era: “No solo es que  Guinea es de España, sino que tiene instituciones de autogobierno propias”.


La autonomía dejó un buen sabor de boca. Es cierto; pero se trataba de un espejismo que como tal, es fruto de una ilusión óptica. En efecto, los hilos se manejaban desde España, en la trastienda; y la propia España era la primera interesada - como propaganda política exterior, difundir esa imagen de región española idílica.


Había prosperidad económica; pero los medios de producción importantes estaban en manos europeas. Había orden público, buen nivel educativo, sanidad pública universal y gratuita, todo por méritos de España, interesada en ese de las cosas.


Pero poco se hablaba de dejar un estado con hábitos democrático. España estaba sumida en una dictadura, los políticos guineanos de entonces eran discípulos aventajados, carecían de convicciones democráticas y éstas no formaban parte de su preocupación. El aparente multipartidismo autonómico era, una vez más, un espejismo. No eran partidos políticos ideológicos, sino movimientos independentistas con diferentes estrategias dentro de ese.


GENÉTICA DICTATATORIAL


En los debates acalorados que se producen en los círculo de esta “cosa nostra” que es Guinea Ecuatorial me llamó la atención uno de ellos en particular. Unos jóvenes guineanos comentaban, entre sorbo y sorbo de cerveza, el caso del Sr. Bretón al que se le atribuye la muerte de sus hijos menores. Todos ellos coincidían en que había que torturar al tal bretón para que confesara lo que había hecho con los menores. Tal era la unanimidad que concitaba esa opinión de añorar la tortura para resolver un caso judicial, que me entró un auténtico escalofrío.


Alguien afirmó que en el “alma” del guineano late un instinto autoritario/dictatorial; en una palabra, que nuestro ADN es dictatorial por naturaleza. La afirmación, de ser cierta, no deja de ser altamente preocupante; pues sería tanto como aseverar que metafísicamente es imposible que podamos funcionar democráticamente como estado.


Nuestro problema es de déficit democrático. Es posible que todo guineano coincida en que es necesario acometer grandes obras de infraestructuras;  autopista, puentes, puertos, colegios; que hay que tener servicios sociales y así un larguísimo etc. De aspectos externos; pero poco se acomete o se reclama reformas para crear sociedad democrática.


De todo cuanto he leído sobre la democracia hay una definición, mejor dicho una descripción de la misma ofrecida por el pensador y politólogo francés Georges Bourdeau cuando afirma que la democracia es como una religión, un sistema de creencia y valores, unas convicciones, unos hábitos y… solo en último término es un sistema de gobierno.


Dije y comenté en una ocasión en Guinea Ecuatorial que no se podía hacer democracia sin demócratas; el comentario me costó una durísima reprimenda entonces; aún así sigo pensando lo mismo.


Convicciones, valores u hábitos, como lo son el dialogo, la tolerancia, la admisión del pluralismo ideológico frente al pensamiento único, así como la existencia de la sociedad civil, lo que algunos llaman cuerpos intermedios, están en las antípodas de la escala de valores que ensalza el común de los guineanos quienes admiran más a la persona autoritaria (fám-aa-ñi) que ala dialogante y tolerante. Un viejo político me afirmó que Macías empezó a ser presidente el día que, todavía siendo vicepresidente y consejero de obras públicas del Gobierno Autónomo, pegó dos bofetones al ingeniero jefe de obras públicas en plena calle en Bata; hecho que fue jaleado y aplaudido por el público asistente (fám-aa-ñi).


La insistencia en valores democráticos tiene políticamente una doble derivada.


En primer lugar, los países que hoy se conocen como desarrollados y/o avanzados todos ellos gozan de sistemas democráticos. Diríamos que el desarrollo es una consecuencia directa de la democracia; luego vale la pena luchar por la consecución de los valores democráticos.


En segundo lugar, la carencia de un concepto global de lo que realmente es un estado del que tenemos una idea personalista o, en el mejor de los casos una apreciación etno-tribalista. La idea del estado en su acepción moderna es ajena a nuestra cultura y ello explica muchísimas de las decisiones y situaciones esperpénticas que se dan en Guinea Ecuatorial; también y por esa misma razón  apenas hay hombres de estado; la mayoría de los líderes políticos tienen o son líderes etno-tribales, por tanto, con una visión distorsionada de los intereses generales.


Valores como la igualdad, la libertad, la tolerancia, el diálogo, el pluralismo etc. Todos ellos conformantes del ideal democrático, cuando son asumidos mayoritariamente en una sociedad, se dice entonces que ésta es democrática. La consecuencia suele ser que una sociedad así no suele tolerar que  los gobernantes inculquen esos valores y por eso suelen luchar por ellos. Es por ello verdad, aunque no me guste, aquello de que los pueblos tienen los gobernantes que se merecen.


La gran asignatura pendiente consiste en ir sembrando en la sociedad ecuato - guineana aquellos valores y comunicaciones inherentes a la democracia; en una palabra, instaurar la cultura democrática en una sociedad con una ADN profundamente antidemocrático.


Es difícil, pero no imposible. Es el gran reto.


Este diagnóstico sobre Guinea, entiendo que puede resultar decepcionante pues a veces se puede esperar grandes formulaciones teóricas o fabulosos proyectos en este tema.  Ambas cosas están bien. Yo soy partidario de diagnósticos más sencillos. El mío es este: Nuestra lamentable situación política tiene mucho o todo que ver con la falta de cultura en valores democráticos. El mejor proyecto y el mejor programa político  deben priorizar el ahondar en esos valores democráticos; lo demás nos vendrá dado por/con añadidura.


Fuentes: Propia


Publica: Departamento de Comunicación de la C.I.




por abamodjo, Miércoles, 02 Octubre 2013 16:13, Comentarios(0)
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